La luz no se debe esconder

 


Del santo Evangelio según Marcos 4,21-25

Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga.»

Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.»

Reflexión

Para esta nueva parábola, el Señor vuelve a utilizar objetos cotidianos que se encontrarían en cualquier casa. La lámpara era un objeto de alfarería en forma de platillo hondo, que a un costado tenía un mango y que al otro llevaba una extensión como una boquilla con una abertura para la mecha. Habría dos agujeros en su parte superior, uno para echar el aceite, el otro para el aire.

En la parábola del sembrador, Jesús había subrayado la necesidad de dar fruto, ahora nos va a enseñar que aquellos que reciben la Palabra deben dar luz. El creyente debe ser como una lámpara que alumbre en medio de las tinieblas del mundo.

Con esto se hace hincapié en el carácter visible de la vida cristiana. El cristiano no se puede esconder, debe vivir una vida trasparente, para que otros puedan apreciar lo que Dios ha hecho en ellos. El Señor no concibe que alguien profese haber recibido el evangelio, y que al mismo tiempo lo mantenga en secreto, sin que lo sepan todas las personas que le conocen. Este es un comportamiento realmente extraño para el hijo de Dios.

No obstante, es cierto que en ocasiones resulta difícil dar testimonio de nuestra fe. Las razones pueden ser varias; desde la vergüenza por parecer diferentes a los demás y que por esta causa nos marginen, o el temor a sufrir la persecución y la pérdida de la vida y los bienes en lugares donde el evangelio es perseguido.

En la iglesia primitiva, algunas veces el mostrarse cristiano suponía la muerte. El imperio romano era tan extenso como el mundo civilizado. Para conseguir alguna clase de unidad vinculante en aquel vasto imperio se inició el culto al emperador. El emperador era la personificación del estado, y se le daba culto como a un dios. Ciertos días señalados se exigía que cada ciudadano fuera e hiciera un sacrificio a la deidad del emperador. Era realmente una prueba de lealtad política. Después le daban a uno un certificado en el que se decía que había cumplido con aquel deber, y entonces podía ir a dar culto al dios que quisiera. Todo lo que un cristiano tenía que hacer era prestarse a cumplir aquel acto formal, recibir el certificado, y ya estaba a salvo. Y el hecho de la historia es que miles de cristianos murieron antes que hacerlo.

Pero aunque nos resulte difícil, se nos impone la obligación de no avergonzarnos de confesar lo qué somos y a quién servimos.

El cristiano no sólo debe adquirir conocimientos, también debe comunicarlos a los demás.

Este mundo vive en ignorancia de Dios, desconociendo cómo es él verdaderamente, ni lo que ha hecho por los hombres. Son los cristianos, quienes han recibido su Palabra, quienes deben hablar de Dios al mundo.

Luego el Señor añade dos elementos en donde se puede esconder la luz: en un almud o debajo de la cama. Debemos entenderlos también como simbólicos.

"El almud" era una medida para grano, así que puede simbolizar el comercio. No sería de extrañar, porque muchas veces la luz del testimonio del creyente suele esconderse muy a menudo por dar una importancia desmedida a las preocupaciones materiales. Y el Señor nos hace una advertencia seria, porque el hecho de poner la lámpara debajo del almud la haría apagar.

"La cama" puede simbolizar la pereza que también ahoga el testimonio.

En fuerte contraste con estas dos últimas posibilidades, el Señor indica que el lugar para la luz debe ser el candelero.

El candelero era por lo general un objeto muy sencillo. Podía ser una repisa fijada en la columna del centro de la habitación, o simplemente una piedra sobresaliente de la parte interior de la pared, o un trozo de metal colocado visiblemente para ese fin. La idea es clara; la luz debe colocarse en el lugar desde el que mejor pueda alumbrar.

Todo ha de salir a la luz

El Señor dijo: "Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz". ¿A qué se refería?

Puede referirse a la fe de alguien que ha creído. En ese caso, querría decir que alguien que realmente ha recibido la Palabra, tarde o temprano manifestará la luz del Evangelio y mostrará de qué lado está.

Pero puede referirse también a la falta de fe. Los hombres tratan de encubrir las cosas, pero en esto siempre fracasarán, porque Dios exhibe todo a la luz. Ante Dios no es posible tener secretos u ocultarle cosas. Podemos recordar, a modo de ilustración, lo que hicieron Adán y Eva cuando desobedecieron el mandamiento de Dios 

Puede referirse a la verdad. Hay algo en la verdad que es indestructible. La gente puede que se niegue a afrontarla; puede que trate de eliminarla; puede que hasta intente borrarla; puede que se niegue a aceptarla, pero la verdad al final siempre prevalecerá.

 Yalian De Diego 

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